Comentario
Desde el año 322 a. C. en que un príncipe del Ganges, Chandragupta, expulsa a los invasores griegos del Indo, hasta el año 185 a. C. en que cae asesinado su último descendiente, toda India se unifica en el primer y único imperio autónomo de su historia: el Imperio Maurya. La etapa de mayor esplendor corresponde al reinado de Ashoka (272-232 a. C.), cuya conversión al budismo va a traer como consecuencia la difusión por todo el imperio de la ética budista, respaldada por las primeras grandes obras del arte indio.
El deseo de perpetuar cualquier manifestación plástica, eligiendo para ello la piedra como material imperecedero, es una de las principales aportaciones del estilo Maurya. También, algún elemento arquitectónico concreto, como el capitel en forma de flor de loto invertida, tendrá una constante influencia en el arte indio posterior; el símbolo del león creado por Ashoka para representar a Buda no sólo se perpetuará dentro de India, sino que atravesando la Ruta de la Seda se extiende por todo Asia y se consolida como el animal protagonista de la iconografía budista.
Sin duda, la creación de Ashoka que tuvo la máxima repercusión en todo el arte asiático fue la stupa que funcionó como otro medio divulgador de la doctrina socio-moral que Ashoka fundamentó en el budismo. Aunque involuntariamente, sin tener el apoyo gubernamental, también la arquitectura excavada, que tantas piezas maestras aportará el arte indio, se origina durante el imperio Maurya.
En general, en el estilo Maurya predomina un carácter imperial, efectista y eternal; es un estilo que parte de planteamientos cosmológicos, expresado en un simbolismo heráldico, y todo ello materializado en piedra; esta piedra, que por primera vez vemos inmortalizando el estilo Maurya, es el material más característico del arte indio: la arenisca Chunar, procedente de la mejor cantera de arenisca rosa y marfileña, que se encuentra en la ribera del Ganges a unos 30 km de Benarés. Una vez señaladas las características básicas del estilo Maurya, se ordenan a continuación las principales obras artísticas:
Pataliputra, la capital del imperio Maurya, es la primera gran ciudad india documentada históricamente gracias a los comentarios descriptivos del embajador griego Megástenes (302-297 a. C.) en su libro "Indika", desaparecido pero recogido metódicamente en la "Geografía" de Estrabón (XV, I, 36): una gran urbe rectangular de 80 estadios de largo y 15 de ancho, rodeada de un muro de madera con 64 puertas y 570 torres. Desgraciadamente la actual ciudad de Patna, capital de provincia de Bihar, se levanta sobre la antigua Pataliputra, lo que hace prácticamente imposible su excavación. Sin embargo, en las afueras de la ciudad sobrevive el Recinto Arqueológico de la corte Maurya, que guarda las ruinas del palacio, destruido por los hunos heftalitas en el siglo V d. C. durante el imperio Gupta.
La sala del trono se eleva sobre una enorme plataforma que se salva por una doble escalinata; consiste en una amplia estancia cuadrada, con numerosos pilares de piedra que soportaban una cubierta adintelada desaparecida, probablemente de madera. Los altos y estilizados fustes y, sobre todo, los capiteles rematados por leones y toros confrontados denotan una fuerte influencia persa; dicha influencia no debe extrañamos si se tiene en cuenta la afluencia de artistas iranios, que se refugiaron en la corte Maurya tras la irreversible desaparición del imperio aqueménida, del que Ashoka se sentía un gran admirador.
Cabe pensar que no sólo el estilo artístico, sino también el protocolo cortesano y algún ritual zoroástrico al fuego, ofrecido en altares escalonados a manera de ziqurratu, se debieron al capricho de los emperadores Maurya, llegándose a poner en duda incluso la auténtica conversión de Ashoka al budismo.
Aunque mucho menos importante, también la influencia griega se deja sentir en algunos frisos decorativos y capiteles de un orden colonial pseudo jónico y corintio. A pesar de que el imperio Maurya se logró tras la expulsión de los invasores helenísticos, las relaciones diplomáticas no se interrumpieron; Chandragupta, el fundador del imperio, se había casado con la hija de Seleuco Nicator, y algunos embajadores griegos vivieron en la corte Maurya, siendo los mejor documentados Megástenes, Daímaco y Dionisio.
El hallazgo arqueológico más espectacular de Pataliputra es la llamada Yakshi de Didarganj. Es una estatua femenina de tamaño natural ataviada como una princesa Maurya, en cuya mano derecha levantada lleva un espantamoscas que cuelga indolente sobre su hombro. El artista anónimo que la esculpió trabajó un expresivo bulto redondo, pleno de volumen y de multiplicidad de puntos de vista, pulimentando la arenisca hasta darle el brillo del alabastro.
Esta pieza ofrece la fuerza de todo estilo inicial; tiene una gran expresión formal pero todavía carece de la gracia y el movimiento serpentino que caracteriza la estatuaria femenina posterior, cuando la madurez técnica logre las mejores piezas del estilo Andhra. Por otra parte, resume ya el ideal indio de belleza femenina, siempre en función de sus atributos de fertilidad, bien plasmados en sus rotundos pecho, cadera y vientre; de ahí el título de yakshi (genio arbóreo de fertilidad femenina), que tradicionalmente recibe toda belleza india, y no el de princesa, más realista y coherente con la iconografía de esta pieza, que tiene además el valor de ser la mayor de las escasísimas piezas de arte indio profano.
Desde que Ashoka se convierte al budismo en el año 260 a. C. los talleres de la corte de Pataliputra se vuelcan en la producción de arte budista, siguiendo las directrices del propio emperador. Es ahora cuando surgen la stambha y la stupa, cuya misma raíz sánscrita st significa concentración; ambas obedecen a un planteamiento cosmológico y se destinan a lugares elegidos geománticamente.
La stambha tiene un origen similar al del totem, el punto de encuentro, y proviene de la tradición india más arraigada. Los pilares que Ashoka llamó lipi (en persa dipi, más exactamente edicto), se conocen en sánscrito como stamba, en pali como thabo, en hindi como tai, etc.; esta diversidad de términos acentúa la importancia que dichos pilares tienen en la vida india desde la antigüedad. Significan el puente entre lo divino y humano, concentran las corrientes energéticas del universo y, a modo de pararrayos cósmicos, potencian todos los rituales mágico-religiosos al aire libre.
Ashoka los mandó erigir como soporte principal de sus edictos (hay otros inscritos directamente sobre rocas), la mayoría bilingües y que constituyen una de las ediciones en piedra más antiguas de la Historia; en ellos el emperador aconseja a sus súbditos seguir el dharma (dhamma en pali, o ley sagrada del budismo) para que todo buen ciudadano Maurya sea un buen budista y viceversa, siendo él mismo el primero en dar ejemplo porque, como dice el epílogo de algunos de sus edictos, "siempre triunfa la verdad".